Hay algo en la fotografía analógica que, a pesar de todos los avances tecnológicos, sigue siendo irresistible. Tiene ese no sé qué que enamora, esa magia que las cámaras digitales no pueden replicar. En un mundo donde podemos repetir una foto hasta la saciedad hasta que nos guste, la fotografía analógica nos obliga a vivir el momento: disparas, sin saber si has salido con los ojos cerrados o si la luz era la adecuada (eso se lo dejamos a los profesionales). Y es precisamente esa incertidumbre lo que la hace única. La foto ya está hecha y no podrás verla hasta el revelado. Pero ahí reside su encanto: cada imagen es un pequeño tesoro que cuenta una historia auténtica.
La mayoría de los fotógrafos profesionales te ofrecen un servicio extra de fotografía analógica que yo te recomiendo contratar al 100% si quieres tener un recuerdo especial de tu boda. SI tienes un presupuesto muy ajustado, buscaremos la manera de recortar por otro lado si hace falta.
En el editorial Once in Oaxaca que hicimos con las fotógrafas de El hilo dorado no podían faltar. El concepto del editorial, basado en la idea de que toda persona y todo objeto esconde una historia, sus grietas, sus ruinas, y que cada una de ellas es única e irrepetible, reflejaba a la perfección el sentido de este tipo de fotografía.
La fotografía analógica guarda una estética única que ninguna cámara digital puede conseguir, ni siquiera con un filtro. No tienes que elegir entre uno u otro, la mayoría de las parejas optan por las dos opciones para su boda.
Las imperfecciones naturales (grano, colores suaves, desenfoques artísticos) aportan un carácter único y emocional a cada foto que, sin ninguna duda, sabrás apreciar y tus invitados también.
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